- "No tengo guita pero no paso hambre. Peor que yo está el que revuelve la basura buscando qué comer" – Una deducción grosera y cruel. Pero hay muchos casos como ese en el país... y en nuestro pueblo. Aunque nos jactemos de estar en una isla donde todavía se respiran tranquilidad y ganas de vivir.
Con parámetros como el citado se produciría un claro retroceso en la vida comunitaria, al menos en las consideraciones éticas. En nuestro trabajo periodístico muchas veces nos sorprenden datos y referencias de mayor cuantía, al momento de señalar falencias.
Hace pocos días un ciclista que transitaba a contramano fue embestido por un automotor. Sufrió lesiones que obligaron a su derivación hacia un centro asistencial con mayores poibilidades tecnológicas. A partir de ese momento tuve intención de detener abruptamente a cada ciclista que transitara a contramano, y enrostrarle su irresponsabilidad, medida desde el fresco accidente referido.
Pero no lo hice porque me di cuenta que sería como chocar contra los molinos de viento. Tal vez me habrían contestado: - ¿Por qué a mí? ¡Eso le pasó a otro!.
Sería otro enfoque del relativismo, rebatible y pueril, seguramente incómodo. ¡Cuántas veces al pretender prevenir a algún ciclista a contramano sobre posibles peligros, usted, yo o cualquier otro vecino hemos recibido una mirada de indiferencia, una carcajada burlona o la respuesta sobradora. Solemos oír: ¡Los problemas son para otros! ¿Por qué a mí?".
Vienen a mente tantos accidentes que ocurren en planta urbana o en las rutas, y posiblemente en los protagonistas también rondaron preguntas como "¿Y a mí qué?"... o "¿Quién me va a enseñar a manejar mi auto?"... Una vez más la comparación hueca, sin peso hectolítrico. Y así vamos. Pese a todo puedo afirmar que, en mayoría, el periodista del interior ve en la víctima circunstancial al ser humano, mucho más importante que un mero dato estadístico.
Adolfo Ruben Gorosito
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